domingo, 23 de junio de 2013

Verbitsky, entre los 90 y la actualidad.

Si en algo contribuyó el conflicto que enfrentó a Clarín y al Gobierno Nacional es a la intensificación de un debate sobre el rol de los medios de comunicación y el rol del Estado en su regulación. Este debate, que contó con numerosas limitaciones, intensificó el criticismo hacia la labor del periodismo que no necesariamente se tradujo en una mejora de los servicios o en una comunicación verdaderamente democrática y pluralista. Un caso ilustrativo lo representa la televisión autorreferencial como 678, TVR o Duro de Domar. Programas en los cuales sus panelistas entablan discusiones sobre la labor periodística de otros medios y periodistas. Por ello, muchos han sido quienes han catalogado a éstos como "periodismo de periodistas". 

No obstante, esa perspectiva sobre los periodistas se transforma (para quienes consideran que el periodismo es el cuarto poder) en un 'observatorio' que funcionaría como 'quinto poder': el de la vigilancia ciudadana sobre el ejercicio periodístico. 
Falso.
Una verdadera vigilancia y control de los medios de comunicación y la práctica del periodismo en general se entabla a partir de una política comunicacional que permita, verdaderamente, la participación de la ciudadanía en la producción y desarrollo no sólo de los contenidos sino también en el acceso a ellos. La actual ley que el oficialismo perfilara como la que garantizaría la pluralidad de voces entiende a la comunicación en los mismos términos que los actuales grupos mediáticos: como una competencia (capitalista). 
En ese marco, uno de los periodistas que se erigió como vocero del kirchnerismo desde sus columnas de opinión es, sin duda, Horacio Verbitsky quien paradójicamente, durante el menemismo defendía valores e intereses contrarios a los que proclamó en la última década. 
Una muestra clara de ello puede leerse en la columna  del 27 de junio de 1993 titulada "Falcon Verde", texto que también forma parte del libro Un mundo sin periodistas.  
El artículo está situado contextualmente en un enfrentamiento entre Clarín y el gobierno de Menem con características similares a las actuales. Sin embargo, HV fiel a lo acostumbrado (y la historia así lo confirma) no aboga por una postura independiente, por el contrario, del lado de Magnetto y cía arremete contra el menemato que acusaba a Clarín de lo mismo que hace unos años CFK acusó al pulpo mediático. 

Extractos de una paradoja: 

"Las reiteradas insinuaciones acerca de supuestas irregularidades en la adopción, que las Abuelas de Plaza de Mayo investigaron sin llegar a ninguna conclusión, son empleadas desde hace casi tres años por el Poder Ejecutivo Nacional para presionar a la directora de Clarín sin asumir en forma directa la responsabilidad por una práctica que se parece a la extorsión, y que la víctima rehusó denunciar" (p 284)*
 "La regulación, que Página/12 postuló en 1989, cuando Menem recorría el camino contrario, es una facultad que el Estado no puede delegar. Pero las motivaciones del oficialismo para postularlo en este momento son tan transparentes, los métodos que ha empleado hasta ahora frente a la directora de Clarín, tan bajos, y su indiferencia por la constitución de verdaderos monopolios sin control en los servicios entregados a la actividad privada es tan absoluta, que lo privan de legitimidad para avanzar en este terreno [...]" (p 287)**
 *, **  Horacio Verbitsky. Un mundo sin periodistas. Bs. As: Planeta, 1997. pp 284-287

viernes, 21 de junio de 2013

Fito, el Estado y Cromañón

En determinados sectores sociales la contratación de reconocidos artistas nacionales para la realización de eventos organizados por el Estado -generalmente de características proselitistas- ha despertado polémica tras darse a conocer los montos que cobran estos artistas. En los últimos años, la figura de Fito Páez ha sido el emblema de la cultura al servicio de los actos estatales. 
Desde luego, la presentación de estos músicos en los escenarios oficiales se hace bajo la excusa de la promoción de los artistas y valores nacionales en desmedro de la hegemonía de artistas extranjeros, principalmente anglo-norteamericanos. Pero en realidad, se trata de la promoción de artistas que gozan de una gran popularidad y que de una u otra forma se han manifestado conformes con la política oficial.  No obstante, la popularidad de la que hacen gala los 'promotores' de músicos como Fito Páez, está basada en la asociación con las principales firmas y sellos discográficos, y por ende, en el consumo; mas no así en las verdaderas características populares de su contenido artístico. La popularidad de los artistas nacionales promocionados por el Estado, entonces, atiende a la masividad de un producto artístico entendido como mercancía. 

Fito Páez, en 2005, a meses de la masacre de Cromañón se despachaba sobre el rock chabón:
"Para esa gente, si te ponés a estudiar música sos puto o no sos del palo"[El rock chabón] "tiene 194 muertos ahí por no revisar lo que hace y por todo lo que genera el manifiesto del barrio argentino, y por ser del palo y pensar la argentinidad desde una birome"


De sus declaraciones resaltan dos lecturas. Por un lado, criminaliza a la música y, en este caso en particular, a Callejeros. La actividad artística claramente no es responsable de la muerte de 194 personas. La acusación es tan falsa como la que alguna vez Clarín utilizó cuando tituló, el 27 de junio, "La crisis causó dos nuevas muertes". Ambos desvían la mirada sobre las complicidades políticas. Además, culpabiliza a los sectores sociales, de "barrio", que adscriben al rock chabón.

Fito, más masivo que popular.